24/7/11

Antibióticos

                                            La paloma y los antibióticos
   
   Desde que existen los antibióticos, los colombófilos han tratado de utilizarlos para curar sus colonias. Estas tentativas se han hecho más fructuosa con el correr de los años y con los descubrimientos sucesivos de la medicina. El microscopio ha permitido numerosas observaciones y ha abierto la era de la bacteriología. La medicina ya no es exclusivamente sintomática, dispone de medicamentos más activos, las palomas están mejor cuidadas y las medidas higiénicas y parasitarias son superiores a las de 50 años. Pero, a pesar de todos los progresos actuales y de los múltiples medicamentos de los que disponemos, el organismo animal vive y vivirá siempre en un medio donde pululan los microorganismos que pueden hacerse hostiles a consecuencia de las variaciones químicas o físicas. Desde hace unos años hemos visto modificarse o acentuarse la patología infecciosa y, en nuestros días, a pesar de todas las precauciones tomadas por los colombófilos, podemos ver frecuentemente la llegada de infecciones (paratifosis, etc.) que siguen siendo graves ya que pueden provocar lesiones irreversibles en nuestras aves. Es contra todos esos microbios que tratamos de luchar para defender y proteger nuestras colonias.
   A la inmunoterapia ha sucedido la era de la quimioterapia que sigue evolucionando simultáneamente con el periodo de la antibioterapia; ésta, ciertamente, está lejos de ceder el lugar a otro método, aunque sí podrá evolucionar según las posibilidades cada vez mayores de la química de síntesis. El término quimioterapia está reservado en nuestros días a las medicaciones de naturaleza química que no se deriva de una fuente viva en la naturaleza.
   En efecto, la quimioterapia consiste en utilizar substancias químicas con el fin de impedir la proliferación de organismos patógenos en el sujeto.
   Tales substancias químicas deben poseer una actividad citotóxica especifica, es decir, que tiene que ser activas contra el agente patógeno en una concentración que pueda ser soportada por las células del sujeto; en otras palabras, dicha substancias deben poseer un índice terapéutico favorable.
   No es pues demasiado importante que sean muy activo o que efectúen su actividad en pequeñas dosis o en un grado elevado de disolución, sino que sean tóxicas de manera selectivas. Así, por ejemplo, las sulfamidas para que sean activas deben ser utilizadas en concentraciones del orden de 1/10.000, mientras que muchos desinfectantes matan las bacterias en concentraciones 100 veces más pequeñas; sin embargo, éstas últimas no tienen ningún valor bajo el punto de vista quimioterapéutico por la sencilla razón de que lesionan las células del sujeto.
   Después del descubrimiento de las sulfamidas, la investigación se orientaba principalmente hacia los productos sintéticos de la química orgánica, pero después de haber comprobado los valores excepcionales de la penicilina, se prestó evidentemente más atención a las substancias con actividad antibacteriana producidas por microorganismos, es decir, los antibióticos.
   Un antibiótico es una substancia segregada por un microorganismo y capaz de frenar otros microorganismos. El hecho sorprendente de los antibióticos, y sobre de la penicilina, es su actividad, en una concentración débil, contra numerosas bacterias.
   Esta distinción entre sulfamidas y antibióticos no es de total aplicación después de la síntesis química total o parcial de ciertos antibióticos. Como actualmente es principalmente la  antibioterapia la que cura las enfermedades en las que intervienen microorganismo patógenos, deberemos utilizar esta (arma) con un máximo de eficiencia posible, provocando al mismo tiempo un mínimo de deterioro celular. Para utilizar los antibióticos de manera eficaz hay que conocer primero las cualidades del antibiótico ideal. La primera de ellas es, por supuesto, la selectividad: el antibiótico debe ejercer su acción sobre los microorganismos patógenos y exclusivamente sobre ellos, sin alterar el funcionamiento de las células del organismo infectado. Aquí comenzaréis a comprender la importancia de vuestro veterinario. Sólo él será capaz de determinar con exactitud cuál es el antibiótico apropiado. No hay que ignorar que existen en el mercado varias decenas de antibióticos diferentes. No se trata de entrar en una tienda y comprar un medicamento cualquiera, uno de esos productos milagrosos que actúan al mismo tiempo en contra de las bacterias de paratifosis y en contra de un neumococo o del virus de la difteria, medicamentos elaborados por uno de esos colombófilos o excolombófilos que pretenden saber todo acerca de nuestras aves, pero que no poseen ningún diploma relacionado con las ciencias médicas. Esos parásitos de la colombofilia, esos explotadores de ingenuos, lo único que hacen es retrasar a todos aquellos que desean hacer progresar nuestro  deporte.
   Pero volvemos a las cualidades de un antibiótico. además de la selectividad, es necesario:
-que el antibiótico disponga de un amplio espectro;
-que sea bactericida, es decir, que mate las bacterias;
-que la relación poder bacteriostático-bactericida tienda hacia la unidad;
-que no suscite la aparición de resistencia ni de segundas infecciones;
-que sea tolerado por el organismo a corto y a largo plazo;
-que no denote antagonismo con los líquidos orgánicos, las proteínas plasmáticas o las enzimas vitales;
-que su absorción, su distribución y su eliminación permitan alcanzar concentraciones bactericidas en la sangre, los tejidos los líquidos orgánicos inmediatamente después de haber sido administrados y durante periodos bastante prolongados.
   Así entre los cientos de substancias quimioterapias y antibióticos que han sido a la luz, sólo un número reducido de ellas han revelado de real valor. Paracelso escribía ya a principio del siglo XVI que todos los medicamentos tienen un potencial de toxicidad la dosis en que se utilicen; dicha toxicidad potencial será evidentemente tanto más importante cuanto más potente sea el producto. Lo esencial está pues en saber utilizar un medicamento de manera adecuada y de no jugar al aprendiz de brujo administrando patologías que no están indicadas. Habrá que evitar igualmente, y dentro de lo posible, la asociación de múltiples productos que pueden ser incompatibles o incluso antagonistas. En un germen puede ocurrir dos cosas: o es sensible a un antibiótico o no lo es; si lo es, lo puede ser evidentemente en grado variables. En ese caso, el antibiograma nos dará las precisiones que permitirán orientar la elección del antibiótico y eventualmente ayudará a fijar su posología.
   Si el germen no es sensible al antibiótico, por mucho que se aumenten las dosis del mismo, éste no surtirá ningún efecto útil a la paloma sino que, por lo contrario, la expondrá a ciertos riegos. Según el germen sea más o menos sensible al antibiótico previsto, el veterinario deberá determinar la dosis útil y eficaz que protegerá la paloma de los efectos secundarios eventuales deberá determinar la dosis útil y eficaz que protegerá la paloma de los efectos secundarios eventuales. Este pequeño resumen sobre la antibioterapia os hará comprender que a veces es necesario esperar unos días para poder hacer un trabajo fructuoso.
   Ni que decir tiene que en el interior del ave son numerosos los factores que ejercen su influencia sobre la actividad de un antibiótico contra las bacterias. Algunos de esos factores favorecen su actividad, por ejemplo la colaboración de los medios de defensa natural del ave con la infección. Oros, sin embargo, pueden contrarrestar su actividad, por ejemplo la repartición desigual del antibiótico en el interior del organismo. las fluctuaciones de su concentración en el tiempo, etc...
   A pesar de todas esas diferencias influencias (in. vivo), es decir, en el organismo de la paloma viva, las pruebas (in. vitro), es decir, en medios artificiales, dan no obstante una buena imagen de la actividad del antibiótico o antibióticos en una bacteria determinada. Esta es la técnica que aplicamos cada vez que nos encontramos ante una colonia infectada. Pongamos un ejemplo concreto que ilustre lo que acabo de decir. Un aficionado se presenta en mi casa y se queja de su colonia. Los pichones adelgazan, ha sacrificado ya algunas hembras que han decaído en el momento de la puesta y acaba de encontrar su mejor reproductora con un bulto del tamaño de una nuez en la articulaciones del codo. La primera enfermedad en la que pensamos es, por supuesto, la paratifosis; pero, con el fin de descartar todas afección parasitarias contaminante, examinamos la garganta de los dos palomas por cada paloma y los excrementos de cada paloma.
   Si los resultados son favorables, entramos en el meollo del asunto y preguntamos si las aves han recibido últimamente antibióticos, Eso es importante ya que si la paloma que nos va a servir de base para las búsquedas bacteriológicas ha recibido o recibe medicamentos después de un cierto tiempo, los resultados de nuestras investigaciones no será correctos. Por eso, si la paloma ha sido tratada, la dejamos durante tras días con comida y agua clara. Si no ha recibido nada, la sacrificamos, le hacemos la autopsia y le extraemos el hígado, los riñones y la médula que los pondremos en cultivos durante cuarenta y ocho horas. Simultáneamente realizamos una coprocultura. cuarenta y ocho horas más tarde leemos los resultados y separamos e identificamos los brotes bacterianos. Entonces sembramos las bacterias nocivas en medios apropiados y realizamos nuestro antibiograma que se practica de la manera siguiente: la bacterias separadas las ponemos en contacto con unos 15 antibióticos diferentes. Después de un lapso de tiempo que va de 48 a 72 horas, observamos cuáles son los antibióticos que han inhibido más bacterias patógenas. De esta manera conocemos cuál o cuáles son los antibióticos activos contra la afección.
   siempre actuamos de la misma manera sea cual sea la infección supuesta. Bien se trata de neumonía, de paratifosis, etc.etc., siempre comenzamos separando el agente responsable y terminamos haciendo un antibiograma. Evidentemente, este método es más largo (de 4 a 6 días) y más costoso,pero los resultados son mucho más productivos. esta manera de proceder no será probablemente infalible y podemos tener ciertas decepciones pero su eficacia es con mucho superior a aquellas que consiste en administrar cualquier antibiótico sin  siquiera saber si actúa contra las bacterias que queréis destruir. Después de todo, lo único que hacemos es aplicar a las aves lo que desde hace michos años se practica en medicina humana en las clínicas y laboratorios; es decir: 1) Separar la bacteria o virus responsable de nuestra enfermedad: 2) probar diferentes substancias medicamentosas contra el agente patógeno con el fin de poder prescribir la más eficaz.
   La actividad de una substancia quimioterapéutico respecto a tales bacterias se determina (in vitro), con la mayor exactitud, echando gradualmente las diferentes cantidades de la substancia a examinar en tubos de ensayo que contengan un mismo cultivo en un medio líquido, Se toma como punto final la concentración más baja que prevea aún un crecimiento visible; o bien, la concentración que hace disminuir de un 50% el grado de turbiedad, obtenido después de una incubación ce cierta duración.
   El modo pues en que un antibiótico ejerce su inhibición puede ser examinado observando su influencia sobre la curva de crecimiento de un cultivo.
   La influencia de una substancia quimioterapéutica sobre esta curva de crecimiento puede ser de tres tipos:
- Interrupción prácticamente instantánea del crecimiento. De ahí que el medio de cultivo conserve durante horas el mismo grado de densidad óptica (turbiedad) 
   Es por ejemplo, el caso de la estreptomicina. 
- La disminución notable de la densidad óptica (turbiedad) durante la primera hora. Esto indica la destrucción de los gérmenes.
   Esto ocurre con la penicilina.
- Puede ocurrir también que el crecimiento de los gérmenes continúe todavía varias horas. (Está demostrando que la actividad es reversible a la densidad óptica y, por tanto, al crecimiento).
- Es por ejemplo, el caso de las sulfamidas.
   Un antibiótico se llama bacteriostático cuando interrumpe de manera reversible el crecimiento de un cultivo (de bacterias). De aquí se deduce que el número de organismos vivos permanece estable durante varias horas. Se ha demostrado que la actividad es reversible ya que el crecimiento continúa cuando retiramos o neutralizamos el antibiótico.
   En cambio, una substancia bactericida provoca una disminución progresiva del número de gérmenes vivos y el proceso es irreversible porque la substancia, o bien se queda unida a la célula de manera irreversible, o bien lesiona la célula de manera irreversible.
   A pesar de esto, no resulta completamente posible hacer la distinción entre las substancias bacteriostáticas, como tampoco es posible delimitar a cien por cien la célula inhibida a manera reversible o irreversible. Así, muchas (o posiblemente todas) substancias bactericidas, se se administran en concentraciones débiles, actúan de manera bacteriostática. Aunque la distinción entre la actividad bacteriostática y bactericida de una substancia no sea exacta a cien por cien, tiene no obstante una gran importancia en el campo de la quimioterapia, ya que la diferencia es muy grande, si después de la acción limitada de la substancia, muchas o solamente poca bacterias vuelven a iniciar su crecimiento. 

   Por eso, para obtener una terapia óptica con sulfamidas, que sólo poseen una cantidad bactereostática, es necesario mantener durante un tiempo relativamente largo una concentración suficientemente elevada en los líquidos corporales, cosa que no es absolutamente necesaria en el caso de los antibióticos bactericidas como son la penicilina y la estreptomicina. 
   La actividad mayor de la penicilina y de la estreptomicina con relación a la actividad de las sulfamidas, dejaba suponer al principio que las substancias quimioterapéuticas bactericidas eran mejores que las bactereostática. En efecto, con las substancias bactereotáticas  el ave misma tiene que asegurarse por sí misma y con sus medios naturales de defensa la supresión de las bacterias que simplemente han sido frenadas en su crecimiento por esas substancias bactereostáticas, pero que no han sido irreversiblemente eliminadas. Aunque esto solamente sirve para las sulfamidas, ya que los otros antibióticos bactericidas son excepcionalmente activos desde el punto de vista terapéutico.


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